La identidad de género y la orientación sexual suelen estar permeadas por estereotipos, están constituidas en base de ellos, de todos modos, es necesario aclarar que su conformación suele estar precedida por concepciones heteronormadas, por lo que, todas las identidades y orientaciones que se salen de la norma, no siempre están definidas por estos mismos individuos, sino que se fijan a partir de la misma hegemonía sexual y de género. En este sentido, se puede introducir al personaje de la loca, personaje que hace alusión al homosexual afeminado, a partir de esta premisa, se puede decir que es un personaje que proviene de la marginalidad extrema, pues no sólo es gay, sino que además actúa como mujer, por lo tanto, es doblemente discriminado, dentro de esta realidad, la loca se percibe como la justificación de la homosexualidad, pues un hombre masculino y viril no puede ser homosexual bajo ninguna situación, no es correcto, no es normal, la única manera de que un hombre sea gay es que éste sea afeminado. En este ensayo, se tomará a la loca como la degradación de lo femenino propiamente tal, pues juega con esta construcción social del género a propósito de los estereotipos que lo conforman, la loca propone un esencialismo del género femenino. La construcción de la loca se trabajará a partir de la obra de José Donoso, El lugar sin límites (1966), y la de Pedro Lemebel, Tengo miedo torero (2001), ya que ambas novelas presentan a este personaje a propósito del estereotipo de género.
Como se mencionaba con anterioridad, la loca es el homosexual afeminado, lo interesante de que la loca sea sólo el homosexual que es afeminado, nos lleva a tocar el tema de que hace que un individuo (independientemente del sexo/género) sea afeminado, este concepto se constituye a partir de elementos exteriores a la identidad propia de la persona, es decir, lo que determina que un ser sea considerado femenino es la vestimenta, el espacio kinésico y proxémico, y por último, el lenguaje. Pues bien, en la obra de Donoso, la loca es bastante interesante, pues hay un identificación de la Manuela con el género femenino, de hecho, le gusta que la llamen con pronombres personales femeninos (ella), y que, por ejemplo, la Japonesita le diga mamá en vez de papá, a partir de ello, lo que conforma la feminidad en Manuela es la vestimenta, sobre todo su vestido rojo de española, que da un tinte pasional, de coquetería (es importante destacar el color del vestido, ya que el rojo corresponde a una construcción simbólica binaria, pues representa al amor/pasión y también al odio), en cuanto al espacio, este se construye por medio del baile y la música, ya que la Manuela entrega un espectáculo que hace evidente su propia performatividad:
Con el talle quebrado, un brazo en alto, chasqueando los dedos, circuló en el espacio vacío del centro, perseguida por su cola colorada hecha jirones y salpicada de barro. Aplaudiendo, Pancho se acercó para trata de besarla y abrazarla riéndose a carcajadas de esta loca patuleca, de este maricón arrugado como una pasa, gritando que sí, mi alma, que ahora sí que iba a comenzar la fiesta de veras…pero la Manuela se escabullía, chasqueando los dedos, circulando orgullosa entre las mesas antes de entregarse al baile (Donoso 152).
Lo importante de la cita es que no sólo establece la performance del personaje, sino que además propone la relación que tiene la Manuela con Pancho, muestra esa tensión sexual entre ambos personajes, de esta manera, se puede establecer diferentes suposiciones sobre la orientación sexual de Pancho. Por medio de esta relación de género, Donoso ocupa ese esencialismo estratégico, pues extrapola la identidad de ambos personajes, la Manuela es muy femenina y Pancho es muy masculino, pues es un hombre viril, rudo, agresivo y además está casado, lo importante de este esencialismo estratégico es que se desmorona la justificación homosexual por excelencia: es tan hombre que no puede ser gay, pero (y se puede discutir al respecto, ya que puede ser bisexual o queer) lo es, o por lo menos, no es heterosexual. El esencialismo es ocupado para desmentir la creencia popular de la loca, es un esencialismo que, de alguna u otra manera, ayuda a quebrar la heteronormatividad en torno al hombre gay, es decir, nos viene a decir que no es necesario ser una loca para ser homosexual, o por lo menos, alguien no-heterosexual, si no se quiere caer en categorizaciones.
En Tengo miedo torero, La Loca del Frente también se identifica con los pronombres femeninos (ella), y le gusta ser tratada con léxicos de género femenino: regia, chiquilla, princesa, etc. Pero a diferencia de la Manuela, La Loca del Frente no se considera mujer: “Las mujeres no saben de esto, supuso, ellas sólo lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado cantante en la sinfonía de su mamar. Las mujeres succionan nada más, en tanto la boca-loca primero aureola de vaho el ajuar del gesto” (Lemebel 108), la importancia de esta cita es que es la primera y única vez en que La Loca se diferencia de las mujeres, lo que puede entenderse como una diferenciación biológica (de sexo) o de género, ya que inmediatamente después se reconoce como loca, por lo tanto, para este personaje su género no es el femenino, es un género no binario, pero que está siendo constantemente permeado por lo femenino. En cuanto a la vestimenta, nunca se aclara la ropa que ocupa, por lo que puede estar vestido como hombre, pero eso no quita el hecho de que su performance sea femenina, pues, por medio de la narración se puede apreciar como la ocupación del espacio determinan su actuar afeminado: “Por eso le hizo caso, porque no le costaba nada ponerse el sombrero amarillo y los lentes de gata y los guantes con puntitos y güeviar a los milicos. No le costaba nada hacerlos reír con su show de mala muerte, dejándolos tan encandilados que ni siquiera revisaron el auto (…)” (Lemebel 26).
En la obra de Lemebel, las relaciones de género son distintas a las establecidas en la obra de Donoso, porque no hay un violencia entre La Loca del Frente y Carlos, es una relación pasiva, es prácticamente una relación de pareja, Carlos no rehúye de La Loca, como Pancho de la Manuela, Carlos acepta a La Loca, llegan a formar lazos íntimos, ya sea de amistad o de amor, por lo tanto, no se aprecia esa agresividad entre ellos. Ahora bien, una similitud, es que en ambos casos, la relación entre las dos parejas son heteronormadas, porque hay un rol que lo cumple una “mujer” y el otro que lo cumple un hombre, no se presenta una relación entre dos hombres homosexuales, ya que, y como se manifestó anteriormente, tanto la Manuela como La Loca del Frente se identifican de alguna y otro manera con el género femenino, de ahí la disputa frontal: ¿se puede decir que Carlos y Pancho son homosexuales?. Por otra parte, en este punto, se puede demostrar la degradación del género femenino por medio de la loca, ya que en ambas ocasiones, tanto la Manuela como La Loca del Frente, están en una posición de inferioridad en un nivel social y también en contraste de la relación que ambas tienen con Pancho y Carlos, respectivamente, la loca nunca será un igual para ellos, no porque sean gay necesariamente, pero es porque se comportan como mujer, es eso lo que los hace menos hombres, más allá de su orientación sexual.
Siguiendo esta línea, el lenguaje también forma parte de esta construcción de género en la loca, pero se destaca un tipo de lengua en específico, la que Pedro Lemebel llama “lengua marucha”: “Yo me adscribo en parte (...) al barroco latinoamericano, donde se trabaja con el desdoblamiento del lenguaje. Se busca un juego con él, multiplicarlo a través de los sinónimos, por ejemplo, que yo uso como una forma de crear un lenguaje propio, autónomo, folclórico (...), soy un escritor y como tal tengo la libertad para elaborar un lenguaje que me represente” (párr. 10), en este sentido, es un lenguaje que se caracteriza por incorporar jergas, modismos, coloquios propios del mundo representado. La lengua marucha se presenta en El lugar sin límites por medio de la coprolalia, que tiene como función demostrar la violencia en la cual están insertos estos personajes, porque más allá de la realidad individual de cada uno de ellos, en un nivel más general, todo se encuentra y enmarca en la realidad del latifundio, en este espacio confluyen dos amenazas hacia lo femenino: “La amenaza que representa Alejo tiene que ver – según hemos visto – con la borradura de límites, con un poder sin límites (…) Otra amenaza presente en la novela – la de Pancho – tiene que ver también con una apropiación: la apropiación forzosa de los cuerpos (…) Se trata, evidentemente, de una amenaza machista (…) Pancho representa, por lo tanto, otra vertiente del poder patriarcal” (Ostrov 346), en el personaje de Pancho la lengua marucha cobra importancia, porque refleja la agresividad patriarcal del latifundio y también la violencia de la apropiación per se, es decir, como por medio del lenguaje se trivializa a un ser: “- Qué me voy a dejar besar por este maricón asqueroso, está loco, compadre, qué me voy a dejar hacer una cosa así. A ver Manuela, ¿me besaste? (…) – Quiubo, maricón, contesta (…)” (Donoso 159). Pancho presenta, en este caso, la amenaza del poder patriarcal en su estado máximo de agresividad, de anulación y opresión, pero por medio del lenguaje, el cual perpetua el odio hacia el otro, hacia el otro que es diferente.
La lengua marucha en Tengo miedo torero se presenta de otra manera, ya que ésta es utilizada en gran medida por La Loca, lo interesante de esta lengua marucha, es que por medio del lenguaje se intenta, narrativamente, recalcar aún más la identidad de género de este personaje, llevándola al estereotipo del género femenino, Lemebel se hace cargo de transmitir una sonoridad/oralidad en su texto, por lo que, se puede decir que La Loca habla como mujer, utiliza jergas, coloquios, modismos, coprolalia, y una serie de etiquetas gramaticales y léxicas, que son comúnmente asociada a las mujeres: galla, regia, chiquilla, etc. Es posible afirmar que la lengua marucha en la obra de Lemebel es lo que nos lleva a corroborar que hay un esencialismo del personaje y estereotipo, a su vez, del género femenino, pues es una loca trabajadora que hace cosas de mujer, habla como mujer, siente como mujer, pero no lo es en toda su integridad, porque es una loca, y la loca es el homosexual que actúa como mujer, pero sólo por medio del estereotipo y degradación de ésta. En ambas novelas, el personaje de la loca, perpetua el sistema heteronormado de la realidad contemporánea y latinoamericana.
Bibliografía:
Donoso, José. El lugar sin límites. Santiago de Chile: Punto de Lectura, 2006. Impreso.
Lemebel, Pedro. Tengo miedo torero. Santiago de Chile: Grupo Editorial Planeta, 2001. Impreso.
Ostrov, Andrea. “Espacio y sexualidad en El lugar sin límites de José Donoso”. Revista Iberoamericana. 187 (1999): 341 – 348. Impreso.
Rivera, Angélica. “El largo bolero de Pedro Lemebel”. Las últimas noticias. (2001). Letrass5. Web. 13 de Noviembre 2015.
"Tengo miedo torero", es una ruptura de las convenciones, lo masculino, lo femenino no existen como tales, sino que se podría apreciar una tenue linea que los diferencia. Otro punto, una clara existencia de barreras entre clases sociales, otros lenguajes, otras vidas, otros barrios, otros hábitos alimentarios, otras vestimentas, vida militar manteniendo el statu quo v/s vida de resistencia civil. El lenguaje marucho, aunque violento, quiere mostrar la violencia simbólica social que viven los marginados. La actualidad en el día de hoy de los mensajes daría espacio para un nuevo análisis.
ResponderEliminarFinalmente, las mujeres en este libro quedamos mal paradas, ninguna de ellas son modelo, incluso la guerrillera, dura y distante.