martes, 22 de septiembre de 2015

La madre y el huacho en "Los detectives salvajes" (1998)

A propósito del sistema patriarcal, y en relación a lo que propone Sonia Montecino en su ensayo Madres y huachos (1991), Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño propone una nueva mirada en torno a la búsqueda del padre, la búsqueda del padre que se justifica en la figura del huacho propiamente tal, quien intenta llenar esa imagen paterna por medio de la construcción normativa de lo que significa esa imagen, es una imagen estereotipada del hombre y de lo masculino (fuerte, rudo, macho, etc.). En este sentido, la cultura patriarcal sirve como el padre ausente, nosotros somos (la población nacional o incluso mundial) sus huachos y este sistema es la figura del tan anhelado padre.



Ahora bien, esa reflexión está netamente entrelazada con la asignación patriarcalista y machista de lo que significa ser mujer, de esta manera, la determinación maternal que se nos estipula tiene mucha relación con esta lógica, en donde la mujer es y siempre será la madre de todos estos huachos. Si bien esta asignación cumple con la idea de opresión que impone esta cultura, Sonia Montecino le da una perspectiva más histórica-antropológica, pues postula que esa creencia proviene del Marianismo, ya que el impacto que tiene la concepción de María en nuestra sociedad es bastante decidora a la hora de comprender esta postulación de la “Madre y el huacho”, es así como el icono mariano es percibido de diferentes maneras a lo largo del mundo y del continente, dentro de esa visión se puede rescatar la valoración que se le da a la imagen de María a partir de la teología de la liberación, en donde María se presenta como una patrona que acompaña al pobre y cuida de éste como una madre, y desde una postura feminista; en donde el modelo de María se presenta como opresor, pues la Virgen es vista sólo como una madre y nada más. 

De ahí la idea y relación con la asignación maternal-antropológica que intenta explicar Sonia Montecino, nuestro estereotipo comienza desde esta visión promulgada por el catolicismo cristiano romano, nuestra supuesta maternidad intrínseca en nosotras, por una delimitación biológica, tiene su justificación a partir de María, madre de Jesucristo. De esta manera, es preciso aclarar que la imagen marianista, transmite esta idea de madre a las mujeres, como una asignación de carácter netamente propio del género femenino, en donde la mujer cumple ese rol de madre y el hijo ese rol de huacho, aquí se puede establecer una analogía con la misma normatividad que genera la familia de la cristiandad, en donde María es la madre, Jesús el huacho y Dios el padre ausente (en este caso, y debido a la concepción cristiana, sería una ausencia física más que espiritual), de esta misma manera, y en cuanto a la realidad latinoamericana propiamente tal, las mujeres mestizas somos madres a partir de la madre india-nativa de nuestra zona geográfica, quien fue muy probablemente violada por el español descubridor, conquistador y posteriormente colonizador, es, entonces, el hijo de esa “relación” quien nos entrega la figura del huacho. Es posible decir que esta analogía establecida por Montecino sirve como una alegoría a nuestra realidad, pues en el fondo, todos nosotros, lo hijos del mestizaje entre la madre india y el padre blanco-español, somos los huachos que perpetúan este sistema. 

Es, y como se mencionaba con anterioridad, el huacho el que permite la entrada de esta cultura patriarcal, es la búsqueda del padre la que finalmente instaura el comportamiento social machista. Porque es ese carácter estereotipado de lo masculino lo que se promulgo y lo que, finalmente, subsistió. Y es posible argumentar en torno a que esa búsqueda se dio por una propaganda mal vendida por parte del dogmatismo católico o también por parte de la tradición misma, en donde el hijo/la hija no puede estar completo sin la figura del padre, el huacho es un ser fragmentado, un ser que no posee una identidad definida, porque la figura paterna es la que entrega fijeza, integridad y solides en todos los ámbitos de la vida. 

Bajo esta prolongada idea, se puede introducir el libro Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, quien desarrolla esta idea de búsqueda, pero redefiniendo el papel de la madre. Pues, efectivamente, es la madre ausente la que estos amigos bohemios y poéticos buscan, en este sentido, este escritor no sólo rompe con la idea de la búsqueda del padre, sino que además resemantiza la figura del huacho propiamente tal. 

En esta historia, se instala una posible alusión al matriarcado, en donde la imagen de la madre todo un rol fundamental en la vida de estos personajes. De esta manera, es posible afirmar que la búsqueda de Cesárea Tinajero no sólo obedece a un afán literario, sino que también obedece a la idea de buscar a la madre ausente, la madre ausente de esa literatura vanguardista que se encuentra en el punto residual, pues ha dejado de ser la hegemónica. Siguiendo esta lógica, la búsqueda de esta escritora también permite entrever la idea del huacho, pero este huacho no lo es por la falta del padre, es la madre la que lo convierte en huacho, por lo tanto, Bolaño pone a la figura femenina como el ente solido en su relato, lo que entrega integridad y firmeza, pero tampoco lo hace en una manera determinante, como el rol mariano, ella no presenta esa maternidad intrínseca, determinista, que se puede considerar incluso misogenista, ella es una madre en el sentido mariano original, es considera una diosa (como en algún momento María lo fue), es una diosa de la literatura vanguardista.

Es así como, encuentran a Cesárea Tinajero en un pueblo llamado Villaviciosa, lo primero que resaltan es las características física de la escritora, pues es totalmente diferente a como la describieron las distintas personas que la conocieron: “Cesárea estaba en el medio y la reconocimos de inmediato. Vista de espaldas, inclinada sobre la artesa, Cesárea no tenía nada de poética. Parecía una roca o un elefante. Sus nalgas eran enormes y se movían al ritmo que sus brazos, dos troncos de roble, imprimían al restregado y enjuagado de la ropa. Llevaba el pelo largo hasta casi la cintura” (Bolaño 638), por lo tanto, la imagen de la madre es totalmente fracturada, rota, no es lo que ellos imaginaron, esto nos remite a la idea de que Cesárea es una alegoría de la literatura vanguardista, está físicamente degradada y terminada, al igual que dicho movimiento artístico. Luego de esto, los amigos intentan (enredadamente) de hacerle saber el motivo de su visita, pero son interceptados en una carretera abandona por Alberto y su compañero. Alberto sólo quiere a Lupe, pero Belano acuchilla a Alberto, y Cesárea muere al recibir un disparo por tratar de defender a Lima. El resultado de este encuentro se puede interpretar de diferentes maneras, pero en este breve ensayo de tomará a partir de lo comentado por Belano: “Oí que Belano decía que la habíamos cagado, que habíamos encontrado a Cesárea sólo para traerle la muerte” (Bolaño 641), esto nos lleva a suponer que los hijos son lo que finalmente matan a la madre, son los huachos los que determinan el rol de la mujer en esta sociedad, y son ellos los que asignan e inmovilizan el rol del género femenino, se puede tomar como un oxímoron, una contradicción, las madres dan vida, pero el hijo/a sólo entrega muerte, entrega supresión y opresión, pues no deja que una mujer surja más allá de ese papel, y ese determinismo nace desde la implantación de la cultura patriarcal, la cual fue instaura a propósito de la búsqueda del padre por ese hijo huacho. En este sentido, la muerte de Cesárea es una alegoría a la literatura vanguardista, pero también al rol que tiene la madre en la sociedad contemporánea, es un rol con alusiones misóginas, en donde una mujer sólo es madre y nada más.

Finalmente, es prudente afirmar que la novela de Bolaño, nos presenta a estos personajes femeninos como realmente son tratados en la cultura social latinoamericana, pero también en la civilización tanto Occidental como Oriental. Pues, el rol de la mujer es tan restringido, que se suele pensar que todas somos una, de este modo, nuestra tradición y comportamiento puede cambiar de una mujer europea a la de una africana, pero hay ciertos temas que universalmente son asignados para todas las mujeres, como el tópico de la madre.
Por Loreto Ramirez.


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