Como
menciona Marta Traba, al hablar de literatura femenina se suele pensar que se
está hablando de un espacio literario distinto que alberga un discurso de
inferioridad dominado por la cultura falocéntrica. Sin embargo, la autora nos
aclara como primer punto que descarta esa pseudo división que socialmente pone
a la mujer como la pasional-emotiva y al hombre como el intelectual-racional,
sin la intención de imponer a la mujer en contra, sobre o bajo la “literatura
masculina”. Además, plantea que la mujer carece de entrenamiento para pensar
por síntesis y abstracción, por esa razón ellas escriben desde un espacio
confuso y espontáneo, debido a que hay más preocupación por la estética y no
tanto por el signo lingüístico. Esos son los puntos que Traba desarrolla en su
hipótesis, finalizando con que la mujer debe aceptar esa diferencia al escribir
y que a la sociedad hay que enseñarles a leer correctamente.
Tras
los planteamientos de Marta Traba a mí me surgen dos reflexiones:
1.-Hay cierta relación de degradación en su hipótesis ya que de manera “inconsciente” –o consciente- la autora al partir defendiendo tan fehacientemente esta “diferencia de escritura”, termina dando la razón a esa sociedad patriarcal que segrega a las minorías y sobre todo la diferencia que se encuentra en la escritura. Aunque ella no toma en cuenta que no todas las escritoras escriben desde una perspectiva femenina (pasional) y tampoco los hombres escriben siempre de una perspectiva masculinas (racional), siempre hay matices que desde la novela moderna vienen desplazando los límites que solían estar establecidos. Por lo tanto, me termina produciendo cierto rechazo la manera en la que ella sigue marcando la diferencia que, de cierto modo, ella busca deshacer, pues Marta degrada la producción textual femenina porque vuelve a catalogar lo femenino como un discurso de alta emotividad sin empoderarlo. Ella sigue marginando lo ya establecida y utiliza el recurso de que hay que enseñar a leer ese “tipo” –lo femenino- de literatura, pero la realidad expone que no hay diferencia de escritura ya que los hombres pueden lograr una escritura “femenina”.
1.-Hay cierta relación de degradación en su hipótesis ya que de manera “inconsciente” –o consciente- la autora al partir defendiendo tan fehacientemente esta “diferencia de escritura”, termina dando la razón a esa sociedad patriarcal que segrega a las minorías y sobre todo la diferencia que se encuentra en la escritura. Aunque ella no toma en cuenta que no todas las escritoras escriben desde una perspectiva femenina (pasional) y tampoco los hombres escriben siempre de una perspectiva masculinas (racional), siempre hay matices que desde la novela moderna vienen desplazando los límites que solían estar establecidos. Por lo tanto, me termina produciendo cierto rechazo la manera en la que ella sigue marcando la diferencia que, de cierto modo, ella busca deshacer, pues Marta degrada la producción textual femenina porque vuelve a catalogar lo femenino como un discurso de alta emotividad sin empoderarlo. Ella sigue marginando lo ya establecida y utiliza el recurso de que hay que enseñar a leer ese “tipo” –lo femenino- de literatura, pero la realidad expone que no hay diferencia de escritura ya que los hombres pueden lograr una escritura “femenina”.
2-Por
otro lado, si hago una re-lectura podría retomar el tema sobre la diferencia
que tanto destaca Traba, para así observarlo desde la perspectiva del medio
literario, con esto quiero decir que el que se delimite tanto esa degradación,
es porque tiene una relación directa con la forma en que aquel circulo de “intelectuales”
–en general las editoriales- suele privilegiar y darle más valor a aquellas
obras que son producidas por hombres. Es decir, en la época de Traba y en la
actualidad el círculo de grandes escritoras femeninas suele ser muy reducido emplazando
a las mujeres a una inferioridad. Así que habría que plantear a la sociedad como
el problema, pues esta le da muy poco valor a la mujer y esa observación se
puede dar en todos los ámbitos de la vida. Sucede que la mujer es la que se
degrada social y laboralmente en objeto, madre, esposa, hija, amiga, hermana y
luego de, un sinfín de relaciones, ella se ve como mujer. En cambio, el hombre es
simplemente hombre. Ante todo lo anterior, podría entender que las mujeres
buscarán posicionar una escritura diferente para el empoderamiento de aquellos
que se han sentido marginados.
Un
ejemplo nacional que me surge sobre marginalidad de “literatura femenina” es
Gabriela Mistral, pues suele suceder que en la educación escolar se enseña a
esta autora resaltando mucho su rol de profesora y siendo reducida su gran obra
a la poesía infantil y a las rondas. Ahí es donde encuentro una gran
degradación que no sucede con los escritores masculinos del país -ejemplo
cercano, Pablo Neruda-, pues poco es el interés que se presenta hacia Mistral.
Gabriela fue poetisa, diplomática, feminista, comunista y pedagoga chilena, que
con su obra presento mucho interés en los temas sociales. Solo se reduce a ser
la primera mujer latinoamericana en ganar el nobel de literatura, pero no todos
saben ¿por qué ganó aquel premio? ¿Qué marcó la diferencia en su literatura? Esas
preguntas no suelen ser respondidas, menos en el colegio.
Con
aquello, solo me resta decir que tal vez sí exista un estilo de “escritura
femenina”, pero aún no existe un empoderamiento social de destacar más a las
escritoras, independiente de su estilo de escritura. Un buen libro no siempre
viene de escritores masculina, además ¿quién lo denomina buen libro? Hay mucha
diversidad y mucho público, por lo que es la sociedad –principalmente el mercado
de las editoriales- que tal vez sí necesitan darle espacio a esa denominada
“literatura femenina” y tal vez no solo va a abarcar a las mujeres, sino todo
escritor marginada.
Por Fernanda Troncoso Alarcón.
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