sábado, 22 de agosto de 2015

¿Existe o no una literatura de mujeres?

Es posible discutir en torno a si existe o no una literatura de mujeres, ya que por lo general, este tipo de disputas superpone una base social y cultural en torno a dicha problemática. El problema es el siguiente, ¿qué pasaría si les dijéramos que dicha literatura de mujeres está conformada a partir de los mismo estereotipos que marginan y enmarcan la vida de una mujer? Pareciera ser que cuando uno pregunta a otra persona: “¿qué estás leyendo?” y te responden: “algo romántico, algo como para mujeres” es una respuesta que te entrega un espectro gigante de entendimiento, pero en la realidad ¿qué significa que sea para mujeres, es verdaderamente una respuesta factible y satisfactoria, o sigue siendo vaga y la pregunta sigue sin ser respondida? Por lo general, se le sigue asociando al género femenino ciertas atribuciones que no representan ni siquiera un porcentaje significativo del género, más bien, se le dan atribuciones que están entregadas por el patriarcado.

A partir de esta inquietud, nos surgió la duda de si en realidad hay una literatura para mujeres, y si ello fuera cierto, qué significa su existencia. Partamos por la base de que socialmente se cree que una mujer pone atención a los detalles, por lo tanto, se suele pensar que una mujer tiende a escribir descriptivamente el espacio y la acción de cualquier tipo de relato, ya sea una novela, un cuento, una carta o un diario, el problema con este tipo de aseveración es que no se piensa en las excepciones, generalmente, se clasifica y categoriza a una determina masa y se suele cree que dicha masa actúa por siempre y para siempre igual, tal vez ese es un problema que trajo la industrialización y la cultura de masas, fue uno de sus efectos secundarios, pero he aquí el principal problema con la generalización, normalmente excluye, y excluye (en este caso) a autores como Gustave Flaubert, Fiódor Dostoievski, Antón Chéjov, Émile Zola (todos pertenecientes al realismo y naturalismo europeo), quienes son reconocidos y recordados por el abundante detalle y descripción de sus obras. Por otra parte, podemos poner a la palestra, a la mismísima Virginia Woolf, quien por su excelente narrativa era llamada la “pequeña Joyce” (por James Joyce), lo interesante de esta escritora es que rompe el esquema y evidentemente no escribe “literatura femenina”, o más bien, no escribe “el típico estereotipo femenino” y por ello es considerada una copia de Joyce, ya que (y al parecer), no puede ser considera una escritora como tal si no es porque está imitando a otro escritor (de preferencia un poseedor del género masculino).

A propósito de las palabras de Sara Castro-Klarén, el sexismo existe en la sociedad patriarcal por diversas razones, y muchas de ellas porque unos son criados como un género superior al otro, y evidentemente, el otro como uno inferior. Y esta dicotomía lleva a pensar en una identidad femenina, una identidad que tiene que ser creada a partir del rol de la mujer en una sociedad falo-céntrica, pero ¿cómo crear una identidad, si siempre hemos sido la contraposición del hombre? Sólo existimos a partir de ellos, nuestra existencia se ve reducida de tal manera, que no es una sorpresa encontrar una categoría como “literatura de mujeres”, literatura que sin duda, es una contraposición a la “literatura a secas” (Marta Traba).

Entonces, sólo queda preguntarnos, ¿es necesario poseer un literatura de mujeres? Porque si esto fuera cierto, quiere decir que una vez más nos encontramos en una pertenencia y vínculo con el falo-centrismo, pues, generalmente, esa literatura está creada para satisfacer a los excluidos y dejados de lado por el patriarcalismo, esta creada para satisfacer a las otras, a las que no pueden ser parte de la literatura a secas.

Por Loreto Ramírez Ponce.

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